El problema de sobrevivir en la oscuridad es que te acostumbras a vivir sin abrir los ojos. Yo prefiero tener los ojos abiertos; a veces la luz existe pero es muy tenue.
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¿Por qué estas líneas? (Qué bien podrían ser una de esas involuciones manuscritas que cuelgo de vez en cuando).
¿Qué diríais si después de trabajar esforzadamente en algo llega el día que el interesado lo valora con un… no está mal… es mono… cambia de conversación… o mira para otro lado…?
Esto sucedió ayer en mi trabajo.
Decidí compartir con mis compañeros unas cocas artesanas por mi santo. (La coca es un dulce exquisito y típico de Catalunya adecuado para celebraciones como ésta de mi santo, San Juan).
Corté este dulce en raciones y las deposité sobre una mesa de mi departamento. Mis compañeros compartieron el dulce y el guiño de felicidad; como respuesta fueron los típicos gracias y felicidades. Algunos se percataron de que estaban comiendo una exquisita coca de pasteleria y no de bolleria industrial. Además de mis compañeros de departamento, otros de los departamentos contiguos se pasaron y compartimos el momento.
Resultó que apareció un “compañero” de otro departamento que de reojo vió sobre la mesa los dulces; tras exclamar un “oooh, Coca!” se acercó cogió un pedazo y fué hacia el departamento del café. Tras tomarse su café con aquel dulce regresó a la mesa y cogió dos trozos expresando su agrado mediante un “¡Qué buena está esta coca!” y se marchó a su mesa.
Ni Hola. Ni Adiós. Ni ¿De quién es esta coca? (para saber la buena nueva y felicitar). Nada.
Ni siquiera la mínima curiosidad por saber el por qué de aquel dulce.
Solo NADA.
Tal como expuse en una de las involuciones… Siempre hay cerdos dispuesto a pisar las margaritas para llegar al lodazal. Ahí lo tenéis. Retratado.
¿Me molestó? Si. Pero me sentí pagado por las sonrisas cómplices del momento ante aquella coca.
Más aún, me sentí triunfador.